Ahora que sé
de la anatomía de tu sexo,
ese
-antes y después-
de tu desnudo,
el instante en el que habito
entre tus piernas
arrastrando deseos
en el lienzo del placer...
florecer en tus labios sedientos
y encender eternidades.
Créeme cuando digo
que los ángeles se besan
al canto de nuestros cuerpos,
pues ellos saben de éstos
delirios nocturnos,
cuando mordemos la luna húmeda
y el universo es sólo de los dos.
Sé que tu orquídea
busca mi éxtasis
y yo la inocencia de ella.
Tu verbo abraza a mi columna,
yo me hundo en la espiral de tu gemido,
y llegamos a ser la teoría de la pasión
en un solo cielo.